Fuente: Fotocasa
La crisis provocada por la COVID-19 ha causado verdaderos estragos en todos los sectores y uno de los que se ha visto más afectado ha sido el comercio local. Así lo afirma un reciente estudio llevado a cabo por el Centro de Comercio Internacional, que determina que el 55% de las empresas están teniendo serios problemas para seguir adelante; de estas, el 64% son de ámbito local.
Sin embargo, no todo son malas noticias. A pesar de la incertidumbre que hay sobre toda la población, parece que las campañas y las iniciativas llevadas a cabo tanto por los ayuntamientos y gobiernos, como por los propios comerciantes, y, sobre todo, la conciencia de la gravedad de la situación ha sensibilizado a la mayoría de los ciudadanos. Según el mismo estudio, un 79% de estos ha recuperado la vieja costumbre de volver a comprar en las tiendas de barrio y en los comercios locales y, la mayoría, dice tener la intención de seguir haciéndolo cuando la pandemia haya terminado.
Además de ayudar al pequeño comercio, que afronta su futuro con una gran incertidumbre, comprar en estos establecimientos tiene también grandes ventajas para los consumidores.
En primer lugar, al estar más cerca, se ahorra tiempo y dinero en desplazamientos. Además, este tipo de comercio se suele abastecer de productos locales y de proximidad, lo que significa que a parte de ayudar a otras empresas que producen en la zona es más fácil conocer su procedencia. Así pues, el dinero que se invierte en las tiendas locales contribuye a la prosperidad económica de nuestro entorno más próximo y, por lo tanto, también a la individual.
Otro de los puntos clave es que generan empleo. El 99% del tejido empresarial español está constituido por pequeñas y medianas empresas, que crean el 66% de los puestos de trabajo. Y, sin embargo, son las que más sufren la crisis, ya que no pueden competir en igualdad de condiciones con las grandes superficies. Por lo tanto, es importante pensar en qué pasaría si el pequeño y mediano comercio dejara de existir; a cuánta gente dejaría sin trabajo y, en consecuencia, cuánta gente dejaría de invertir y mover la economía del país.
Llegados a este punto, es de vital importancia hablar de los precios de los productos que se compran. Se suele dar por hecho que las grandes superficies son más económicas que las tiendas de barrio, pero no es así. Si bien es cierto que estas suelen hacer promociones y tener varios productos en oferta, los compensan subiendo el precio de otros, que se acaban comprando por inercia más que por necesidad. Y es que, gracias a los estudios de mercado y al análisis de sus consumidores, saben bien cómo y cuándo hacer determinadas ofertas y dónde colocar cada producto para que el consumidor lo acabe adquiriendo. De hecho, hay un mundo muy complejo detrás de estas estrategias de mercado, que tienen en cuenta no solo la ubicación de los productos, sino hasta la música, la temperatura y los colores de cada sección que conforman este tipo de establecimientos.
El de los impuestos es otro de los temas que crean controversia en este ámbito. Mientras que a los comercios locales se les suele tener muy controlados, gran parte de las grandes superficies suelen pagar sus impuestos en otros países, mediante lo que se conoce como estrategias de ingeniería financiera, por lo que acaban por no invertir en su país de origen en pro, únicamente, de su propio beneficio. Y, como apuntábamos antes, el dinero que se invierte en las tiendas locales contribuye a la prosperidad económica de nuestro entorno más próximo, por lo que repercute directamente en nuestro propio beneficio.
Tampoco podemos olvidar que los trabajadores de los comercios locales están especializados en lo que venden, así que pueden aconsejar mejor a la hora de adquirir unos productos u otros. Muchos de ellos, de hecho, llevan toda su vida dedicados a ofrecer el mismo servicio. Y, seguramente, también sus padres y sus abuelos. Creen y aman lo que hacen.
Otra de las razones por las que vale la pena comprar en comercios locales es la vida y el ambiente que dan a los barrios tanto de los pueblos como de las ciudades. Todos ellos favorecen a la vitalidad y la mejora del entorno, a la seguridad y limpieza de las calles, a su iluminación y cuidado en general. Y esto, a su vez, incrementa el valor de las viviendas y los locales de alrededor, y también promueve que se creen vínculos entre los vecinos, tan necesarios sobre todo en los momentos de incertidumbre como el que estamos atravesando.
En definitiva, las tiendas de barrio promueven una economía local sostenible, más justa y equilibrada. Consumir en estos comercios es la única forma de que el sector se recupere, así que debemos apostar por ellos o, por lo menos, darles una oportunidad; todos saldremos ganando.
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